27 abr 2015
photo credit: "Amantes de una vida o de un instante" via photopin (license)
Todas las grandes tradiciones espirituales enseñan que el perdón es un instrumento esencial para conseguir la paz interior. Hay quien lo canaliza para llegar a la esencia del amor, hay quien lo utiliza como un acto sociocultural, y hay quien saca provecho porque ayuda a disolver el dolor emocional.
Sobre el perdón, todos tenemos un conjunto de ideas preconcebidas, y entendemos que su práctica nos da la posibilidad de sentirnos libres. Ahora bien, todo dependerá de la actitud que tengamos y de cómo nos dirijamos a quien nos ha provocado dolor, nos ha traicionado, criticado, agredido o maltratado. Así, puede limitar nuestra capacidad para actuar y ser, o bien nos puede ofrecer una manera de dejar atrás el pasado y ser más libres a la hora de vivir.
Perdonar, según manifiesta el psicoterapeuta Robin Casarjinan, es una decisión, una actitud, un proceso y una forma de vida: una decisión por el hecho de que hace falta ver más allá de los límites de la personalidad de quien nos ha herido; una actitud porque supone mirar a la persona que nos ha juzgado y descubrir que, en realidad, es algo más que la persona espantosa o terrible que veíamos; un proceso porque nos exige cambiar nuestras percepciones sobre quien nos ha provocado dolor y malestar; y una forma de vida porque nos convierte, gradualmente, de víctimas de nuestras circunstancias, en auténticos protagonistas de nuestra vida.
De esta manera el perdón es un proceso, y un trabajo interior y personal, en el que intervienen el dolor, la tristeza, la rabia y el resentimiento, y que supone estar dispuesto a aceptar y comprender a la persona que un día nos hizo daño o nos agredió. Por lo tanto es muy necesario cultivar la compasión. Un aspecto adicional sano consiste en poder expresar todas las emociones negativas que nos paralizan y nos debilitan en un lugar protegido, y con un buen profesional que nos ayude a librarnos de ellas. Dejando que el dolor sea dolor, procurando y facilitando el tránsito y la salida.
Más importante que aprender a perdonar a otros, es sano y fundamental saber y aprender a perdonarnos a nosotros mismos. Así, para entrenarnos en esta capacidad os propongo un par de ejercicios. El primer ejercicio es de autoconocimiento y consiste en preguntarte:
Una vez conoces mejor tu capacidad de perdonar el siguiente ejercicio consiste en escribir 10 frases que empiecen por “Me perdono por…” y las acabas. Intenta que sean aspectos tuyos que te desagraden, te molesten o te critiques. Así, empezarás a actuar para disolver tu resentimiento.
Practicar la capacidad de perdonar con nosotros mismos hará que resulte más fácil o menos complejo ponerla en práctica a la hora de perdonar a los otros. Porque, ¿si no somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos qué esperamos conseguir con el otro?
Adriana Larrañaga Mendoza.
Psicóloga General Sanitaria de CALM Psicología.
@psicolarra / psicolarra@gmail.com
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