El Efecto Gaseosa: Explosiones Emocionales

02 abr 2015

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“Los sentimientos son como el vapor que se acumula en el interior de una olla. Si se guardan dentro, pueden acabar haciendo saltar la tapadera”. John Powell.

 

¿Qué ocurre cuando agitamos violentamente una botella de gaseosa y enseguida abrimos el tapón? Lo que ocurre es que no hay forma humana de controlar el pegajoso líquido que sale a presión salpicándolo todo. El desastre está servido. Pues bien, nuestras emociones son como la gaseosa. Si algo las agita y de forma inmediata dejamos que salgan fuera, saltan por los aires causando verdaderos desastres. Cuando discutimos con alguien y realmente recibimos mensajes que nos remueven por dentro, nuestro interior se convierte en un cúmulo de sentimientos agitados, que si los dejamos salir enseguida se convertirán en una respuesta impulsiva. Diremos todo lo que nos venga a la cabeza, sin filtro y sin control, causando graves daños de los que nos arrepentimos de manera casi inmediata y que causan un grave deterioro de nuestras relaciones. Las respuestas en caliente difícilmente van a ser mesuradas y constructivas. Es esencial encontrar mecanismos que nos ayuden a mantener el control y a posponer la réplica inmediata, que no ayudará en ningún caso.

 

Una gaseosa agitada no puede abrirse enseguida, tendremos que dejarla reposar. Aún mantendrá cierta presión, pero si la abrimos con cuidado evitaremos el desastre. Así, ante algo que nos agita debemos intentar evitar las reacciones inmediatas. Hay que tomarse un poco de tiempo y esperar que “baje la presión” para, recuperada la calma, poder responder cuidadosamente. Sólo así evitaremos palabras que desearíamos no haber pronunciado y daños irreversibles en nuestras relaciones. Hay que contar hasta 10 antes de responder, como decían las abuelas. O hasta 100, o hasta 1000 si es necesario.

 

La idea es evitar desbordarnos. Guardarnos las cosas e irnos cargando solo nos servirá para explotar y hacer de un problema, un problemón. Empleemos habilidades de comunicación (p.ej. regular el tono de voz), sociales (p.ej.  asertividad) y emocionales (p.ej. empatía), y escojamos un buen momento para solucionar el problema.

 

“Enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno con el propósito justo y el modo correcto, eso, ciertamente no resulta tan sencillo” Aristóteles.

 

Si no hemos podido evitar cargarnos, una buena estrategia es intentar identificar los síntomas físicos que preceden a la explosión emocional (taquicardia, tensión muscular, calor, etc.). Así, cuando en una situación empecemos a notarlos, sabremos que estamos a punto de explotar y procuraremos salir de la situación para enfriar la emoción. Volvamos a la situación cuando se nos haya pasado el “calentón” y podamos pensar con más claridad.

 

La pérdida del control emocional solo nos servirá para generar más problemas, así que vale más la pena parar, dejarlo estar momentáneamente, enfriarse, para luego volver y gestionar el problema. 

 

 

 

Adriana Larrañaga Mendoza.

Psicóloga General Sanitaria de CALM Psicología.

@psicolarra psicolarra@gmail.com

 

 

 

 

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