La asertividad se define como: “la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera
amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás”. Está en el tercer vértice de un triángulo:
situados en el vértice de la pasividad evitamos decir o pedir lo que queremos o nos gusta, en la agresividad lo hacemos de forma tan violenta que nos descalificamos a nosotros mismos. En cambio
ser asertivo es, entre otras cosas: saber pedir, saber negarse, saber negociar y ser flexible, respetando los derechos del otro y expresando nuestros sentimientos de forma clara.
Para poder ejercitar la asertividad
tenemos que tener capacidad de negociación: intentar conseguir lo que se quiere con el beneplácito del otro. Para pensar la estrategia de comunicación que vamos a seguir, es
importante:
- Tener claros los objetivos. No podemos confundir la emoción con el objetivo. Tenemos que
intentar huir de los juicios de intenciones. Si nos han hecho un comentario que nos ha dolido, podemos interpretar que ha sido con
buenas intenciones y caer en la tentación de dejarlo pasar y no decir nada (pasividad). Si juzgamos que el comentario se ha hecho con mala intención, vamos a atacar esa “maldad” y no el comentario en
sí (agresividad).
- Crear la oportunidad de la negociación. Hay que buscar el momento oportuno. Si el otro está
muy alterado, es mejor esperar a que el tono emocional disminuya y entonces plantear de nuevo el tema a negociar. Son de gran ayuda frases
introductorias como “de lo que hablábamos ayer me gustaría comentarte algo” o parecidas para iniciar la conversación.
- Describir los hechos concretos. Cuando describimos los hechos concretos, el otro no puede
negarlos y partiremos de ellos para empezar a negociar. No se trata de decir “eres un vago” sino decir, “vengo observando que te levantas desde hace ya varias semanas a la hora de comer”.
- Manifestar nuestros sentimientos y pensamientos. Comunicar de forma clara y contundente
como nos hace sentir aquello que ha ocurrido. Comunicar desde la emoción es más efectivo que desde la queja.
- Pedir de forma concreta y operativa lo que queremos que haga. No se trata de hablar de
forma genérica, “quiero que me respetes”; sino que hay que ser concreto y operativo: “quiero que cuando hablo me mires a los ojos y contestes a lo que te pregunto”.
- Especificar las consecuencias. Qué va a ocurrir cuando haga lo que se le ha pedido. “Si me
miras a los ojos cuando hablo y me contestas, me sentiré mejor y estaré de mejor humor contigo”. Es preferible especificar lo que se va a obtener de forma positiva. De otra manera lo que planteamos
es un castigo y éstos son mucho menos efectivos que los premios o refuerzos.
En definitiva, para mejorar la comunicación con el otro y poder expresar mi punto de vista respetando mis derechos y los suyos, es útil seguir el esquema básico de la comunicación asertiva:
- Cuando haces/dices/actúas….
- Me haces sentir….
- Si hicieras/dijeras/actuaras…
- Me sentiría…
Adriana Larrañaga Mendoza.
Psicóloga General Sanitaria de CALM Psicología.
@psicolarra / psicolarra@gmail.com
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