La Empatía: ¿Desgaste o frialdad emocional?

19 dic 2014

Implicarse emocionalmente en los problemas de los demás, sintiéndolos con la misma intensidad que como si fuesen propios, no es una buena manera de ayudar. Ahora bien, mantener una distancia excesiva tampoco es una buena estrategia. Existe una tercera vía, un camino intermedio entre la implicación emocional y la distancia: la empatía.

 

Cuando algún familiar, amigo o persona cercana nos explica un problema lo más habitual es que nos impliquemos emocionalmente. Cuanto más fuerte es el vínculo con el otro, más fácil es que su sufrimiento se convierta en el mío. Pero implicarnos en los conflictos de los demás no es, hablando en términos prácticos, útil, porque presos de las mismas emociones que el otro, perderemos objetividad y no podremos ayudarle, y además, si lo hacemos de forma sistemática acabaremos sufriendo un desgaste emocional que nos puede pasar una factura bastante costosa. Si ya hemos sufrido ese desgaste, en contraposición, podríamos irnos al otro lado de la balanza: marcar una rígida distancia emocional. Esto puede convertirnos en personas frías y desinteresadas por los demás. Sin duda, es la actitud que más puede protegernos pero no favorece nuestras relaciones interpersonales y acaba teniendo las mismas o mayores consecuencias sobre nuestro estado de ánimo.

 

Parece que ninguna de estas estrategias acaba de funcionar a la hora de ayudar a alguna persona cercana cuando nos cuenta un problema. ¿Cuál es entonces la mejor manera de afrontar esta situación? La respuesta reside en la empatía. A veces se comete el error de definir la empatía como “la capacidad de sentir lo que el otro siente”, y esto es más bien la simpatía. El contagio del sentimiento, como hemos dicho, nos incapacitará a la hora de ayudar. La empatía es una respuesta que conecta emocionalmente con el otro sin desgastarnos a nosotros mismos y sin que peligre nuestra visión objetiva del problema. Consiste en percibir y captar el sentimiento del otro (no hacerlo nuestro) y ser capaz de comunicárselo. Así no parecemos fríos o indiferentes, pero tampoco nos cargamos con un peso emocional que no nos corresponde. Para desarrollar la empatía son importantes, entre otras, dos habilidades:

 

  1. Escuchar con los ojos: prestar atención no tanto al qué nos dicen sino a cómo nos lo dicen.
  2. Aceptar al otro: la empatía es enemiga de los juicios y no contempla la crítica, por tanto hemos de dejar aparte nuestra opinión y aceptar lo que el otro siente sin prejuicios.

 

La idea no es que el otro busque en nosotros alguien con quien sufrir su conflicto ni alguien que se lo resuelva, sino que encuentre a alguien que pueda hacerle de espejo, que le refleje lo que siente y que le ayude a encontrar por sí mismo sus propias soluciones.

 

Adriana Larrañaga Mendoza.

Psicóloga General Sanitaria de CALM Psicología.

@psicolarra psicolarra@gmail.com

 

 

 

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